jueves, 28 de noviembre de 2013

LAS PUERTAS

LAS PUERTAS

Las puertas,
enigmáticas bocas del laberinto humano,
escondrijo de nuestros deseos que se contienen o se desbordan,
acertijos vivientes de nuestros cuerpos
te voy abriendo, te voy cerrando,
voy saliendo, voy entrando,
puertas de madera, puertas de fierro,
puertas de cartón, puertas invisibles, automáticas o de vidrio,
puertas levadizas o automáticas,
puertas blancas, negras o amarillas
puertas de la vida, puertas de la muerte
puertas del amor, puertas del corazón,
puertas de la alegría, puertas de la tristeza y de la sinrazón,
puertas del cielo, puertas del infierno, del abismo y de la ilusión,
la puerta de tu boca, la puerta de tu sexo,
la puerta de tu cuerpo y la de tu dolor,
por una puerta llegamos al mundo,
por otra puerta nos entierra la muerte,
por una puerta sembramos nuestras semillas más sublimes,
por una puerta brotan nuestros besos y nuestra voz,
por una puerta callo, respiro tu perfume y me trago tu silencio,
dicen que los ojos son ventanas, yo digo que son puertas del alma,
puertas de llanto, de la risa y del adiós,
puertas de abrazos,
consuelo de puertas, abrazos de puertas, apertura y cierre de puertas,
nuestras vidas sedentarias tienen puertas
y hay más de una puerta entre los dos,
no todas nos acercan y no en todas nos encontramos,
puertas que se abren cuando  quieren dejarte entrar,
puertas que se cierran cuando te quieren atrapar.

La puerta de mi casa era blanca
de madera añeja, fiel testigo de mis pasos,
en mi patio jugaba con el cielo
¡qué azul era el cielo entonces!
nubes luminosamente blancas,
copos de nieve que volaban como nubes
en permanente transformación,
mutaciones infinitas que acomodaba mi imaginación,
rostros de hombres, cuerpos de mujer,
caballos y elefantes,  dinosaurios, serpientes,
gallinas de corral, el ojo de un Dios,
las alas de un ángel, la cola de un diablo,
un arcángel y su espada de fuego exterminador.

La puerta de mi infancia era de madera blanca,
con poros de congoja y antigüedad
adornada malamente con lágrimas de cuarzo
fiel testigo de mis pasos titubeantes,
boca inconsciente que vomitaba ríos,
ojo complaciente de mis juegos de verdad,
oído atento de mi abecedario y de mi tarea escolar,
agua de viento, de tormentas y de barcos de papel,

espejo atento de mis fantasmas,
de fantasías que no se ven,
paisaje imaginario de jardines mal cuidados
suspiro prolongado de flores mansas y serenas,
bosque de mariposas que revoloteaban en sus cabellos,
eras la niña india imaginaria de mi infancia en soledad
con su vestido de tul blanco y su rostro de cristal,
zapatitos de charol blanco y medias de algodón,
cabellera larga y ondulada, acomodada por lazos de amor

acogías en tu cabeza tibias muñecas de tela
tacitas de juguete, figuritas de papel,
sueños, príncipes azules de algún cuento,
burbujas de jabón, tejidos de un bebé,
hace mucho que discreta y silenciosa
te fuiste sin yo saber,
niña compañera de mis juegos,
tus manos crecieron
sin que pudiera tomarlas alguna vez,
error más grande querer hacerte concreta como nube celestial
querer congelarte eterna en copos  inmutables
pero no eras piedra eterna,  eras carne ondulante

germinando humana por puertas
que paulatinas se iban abriendo
en diseños del deseo, formas tiernas
delicada porcelana de mujer hermosa
transformada en estrella de mis deseos,
niña india, imaginaria de mis sueños
con tus pasos te perdiste
por las turbias puertas del tiempo,
puertas de tu cuerpo que se abrieron
senos de ternura que como dos rosas
frescas y tersas van naciendo,
vientre joven que se inunda de deseos

caderas redondas ensanchando
labios húmedos virando besos
te hiciste mujer, mi niña imaginaria,
de tu corazón lejano me fui volviendo
un prisionero, ocupante precario y solitario,
un niño asustado y atrapado en tu brillante cielo,
nubes voluptuosas que mutando pasan
por las puertas recién abiertas de nuestros cuerpos
me siento un niño sin sonrisa que callado tiembla
en la brisa de tus latidos y tus recuerdos
puerta cerrada, congelada en el mismo tiempo,
prisión virtual de mis amores y mis deseos.

La puerta de mi casa era blanca
de madera añeja, fiel testigo de mis pasos,
en mi patio jugaba con el cielo
¡qué azul era el cielo!
¿En dónde estabas entonces
tú, mi india blanca?
¿En dónde mi niña de amor?
¿Eras acaso alguno de esos
suspiros que al mirar al cielo
imaginaba como el más bello
azul? ¿Estabas quizás en el
óvulo hipotético del vientre de
tu madre? ¿En el esperma no
pensado de tu padre? ¿En el
pensamiento no acabado de
algún arquitecto de éste y de
otros mundos?

Amor, puerta que se abre de repente,
luminosa chispa que se enciende y que estalla
en un instante de absoluta casualidad,
modo inconsciente, no premeditado,
espontáneo, breve, muy breve,
pero inmensamente completo,
puerta que une a la nada con la vida
puerta que nos pone a un paso de la eternidad.
Quizás deambulabas como mi
propio deseo o proyecto de futuro,
como tierna estudiante o abogada
por realizarse en tu Osasco o
por las bulliciosas calles de São.
Paulo. No sé, pero siempre me
pregunto por tus años y por aquellos
años que nos distancian como un muro
de concreto armado y de ternos bien
planchados y de entalle un poco duro.
De los años que me quedan de vida,
de los veinte o más años que vas a
sobrevivirme.  ¿Qué será de tus pasos
cuándo yo ya no exista? ¿Qué será de
mis huesos y de mi más débil voz?
Seré sólo polvo, olvido en tu mente,
fea hilacha desprendida del vestido de
tu memoria que estorba o, peor,
simple e insignificante nimiedad
mirada indiferente que ahora ignoras
voces del silencio que no provocan nada,
seré tal vez una partícula de polvo
inútil inconsistencia de carne humana
besos volados de las puertas de nuestros cuerpos
cáscara seca que se desprende de mi piel,
partícula muerta de amor vivo que ensucia
los rincones menos frecuentados de tus pensamientos,
esquina oscura de un desván que hay que limpiar.

Te escucho muda mi india blanca,
te escucho muda y a mí me duele
el alma.

Las puertas están ausentes
y para mí al menos parece
que se empiezan a cerrar.

CÉSAR AUGUSTO DE LAS CASAS (c)

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